Negar la violencia
23 de noviembre de 2014
Años, meses, días, pueden escurrirse sin que nosotras, las mujeres, nos demos cuenta que estamos siendo víctimas de violencia basada en género. Este tipo de violencia, puede ser muy sutil o muy evidente, pero en uno o en otro caso, logra pasar desapercibida o tomarse como normal, debido a que por siglos ha sido normalizada por la sociedad. El patriarcado, sistema social en el que vivimos, ofrece poder a los hombres para tratar mal a una mujer. Y cuando sucede, se ve como normal. Es algo como “Así tiene que ser”.
Tanto en el ámbito doméstico como en el público, muchas mujeres son víctimas de algún tipo de violencia. A pesar de que las cifras son alarmantes, de que vemos y escuchamos noticias que nos espantan, las mujeres apartamos la vista o cerramos bien los ojos, para no admitir que a nosotras también nos está pasando. Una amiga me contaba que hace algunos años asistió un 25 de noviembre, Día internacional de la no violencia contra la mujer, a un Foro y cuando las expositoras mencionaban las diferentes formas de violencia, sintió ganas de levantar la mano y decir “yo soy una de ellas”, per la venció la vergüenza. Calló. Aguantó el dolor en el pecho y salió de allí. Pasaron varios años para que se atreviera a reconocerlo. Solo lo hizo cuando el esposo le puso la pistola sobre la mesa y la amenazó con matarla. Ahí no pudo negarlo.
Pero no todos los casos son extremos. Las palabras hirientes y despectivas. Los empujones, las burlas y la crítica constante, son violencia, violencia psicológica. La confinación, la negativa a que se supere, las prohibiciones de amistades o de asistir a la Universidad, son violencia, de esa que cuesta reconocer. Así como también todo lo que se refiere a la apropiación del patrimonio. Otras menos sutiles son los golpes y la violencia de tipo sexual. La violencia basada en género sucede también en lo publico, en la calle, en el trabajo, aun en la iglesia.
Negar la violencia puede sostener rupturas y evita enfrentamientos mayores. También evita la vergüenza de aceptar que se es víctima, pero las consecuencias son dolorosas e inclusive mortales. Estudios dan cuenta de cómo la salud de las mujeres se ve afectada cuando se vive bajo terror constante, continuado.
Abrir los ojos puede salvarte la vida, también puede abrir la puerta a una vida digna.
Admiro los matrimonios y las uniones en donde el respeto impera. Son relaciones en las que ambos trabajan por el bienestar de la pareja, la comunicación es una herramienta activa y constructiva, las expresiones de amor suelen curar pequeñas heridas. Construyen juntos y disfrutan juntos. Las hay, claro que las hay y ojalá fueran muchas.
Ojalá que este 25 de noviembre cada una de nosotras hagamos algo a favor del bienestar de las mujeres y el logro de una vida libre de violencia. Un recordatorio, una palabra, una lectura, pera esa mujer que aún cierra los ojos.