No es bonito hablar de abuso sexual infantil, pero si es necesario, por varias razones:  Primero porque es inadmisible, pero también porque constituye un trauma devastador en quienes lo sufren. Existe una estrecha relación entre trauma temprano y malestar psicológico grave en la vida adulta. Es frecuente que las mujeres y hombres adultos, adultas,  no recuerden o tengan imágenes borrosas o sensaciones corporales que les hacen pensar que algo les pasó en la infancia. Los datos del INACIF dan cuenta  que en sus registros hay bebés, niños y niñas entre 0 y 6 años que han sido víctimas de abusos  por parte de familiares o personas cercanas a su entorno. En la vida adulta los daños se dan en todas las esferas de la vida psíquica, en el control de emociones, en el desarrollo del carácter y la personalidad, en la fe en sí mismas, en Dios o en los demás. Muchas pueden sufrir trauma complejo, un término que define la complejidad de las secuelas. La recuperación puede llevar muchos años, requerir de terapia  especializada e infinita paciencia. Nunca serán muchos los esfuerzos por prevenirlo, tanto a nivel de cuidado de los niños  y de las niñas como a nivel de información apropiada para su edad.

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