Caminamos juntos sierra arriba. Contestaba a mis preguntas con frases breves. Su rostro completaba las respuestas: “Fueron tiempos difíciles”. “Me reclutaron para comisionado militar”. “Los amarrábamos al árbol, por eso se secó… se cansó. Ahí morían”.
—¿Mujeres y niños también? —pregunté.
—Sí —respondió con amargura—. Caminamos. Llegamos por fin al árbol, ahora seco. Felipe Pascual sacó con lentitud incienso, ocote, candelas y varias hierbas.
—Sólo así se espantan los espíritus —dijo. Empezó a orar en su lengua. Lloraba. —Mi… hijo… también.