Desde inicios del siglo XX se conmemora el Día internacional de la mujer trabajadora, a raíz de movimientos que reclaman la reinvidicación del trabajo femenino, y conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.
Para este año, 2017 la consigna propuesta por la ONU es: «Las mujeres en el mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030». Es un día para reflexionar sobre las condiciones laborales, discriminatorias, en las que la gran mayoría de las mujeres nos encontramos. Es un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de mujeres que ha jugado un papel importante en la historia de sus países y comunidades. El empoderamiento económico de la mujer es clave para el logro de su bienestar psicológico.
En realidad no se trata de una fiesta, sino de una invitación a la reflexión y al compromiso de lucha por lograr igualdad de condiciones con el hombre, a la eliminación de la violencia, al logro de espacios de participación en las políticas públicas. Es imperativo modificar el funcionamiento sexista en el que se atribuye mucho más valor a lo masculino que a lo femenino y se transforme la distribución rígida de roles, con sus diferentes valores, expectativas y conductas fomentadas en los hombres y en las mujeres.
La cultura y la educación fomentan la desigualdad. A los varones se les educa para ser “súper héroes”, competitivos, usar el poder en las relaciones y a esperar que las mujeres satisfagan sus necesidades afectivas y sexuales. Mientras que a las mujeres se nos enseña a ser “princesas”, a ser empáticas, a cuidar de los demás y a mantenernos bonitas para su satisfacción. Pensemos, es 8 de marzo.