Las tragedias que se han vivido en nuestro país durante el último mes nos han horrorizado y han despertado, con mucha razón, un verdadero clamor por un cambio en el funcionamiento de las instituciones encargadas de velar por la niñez en riesgo.
Escribí anteriormente, sobre lo que considero indispensable para entender la problemática de las víctimas desde el punto de vista psicológico: la presencia de Trauma, pero en reducido espacio es difícil hablar de la extensión y profundidad del mismo.
¿Han pensado ustedes si quienes atendieron la crisis son víctimas de trauma? ¿Las personas que reaccionamos, que vimos las noticias, los periodistas, los maestros, el pueblo en general? Los efectos de sucesos traumáticos alcanzan a gran número de personas, tienen un efecto de onda expansiva, de manera que la salud mental de la población en general está comprometida.
Se encuentran las víctimas directas, aquellas que vieron amenazada su vida y que recibieron en impacto directo y hoy sobreviven. También, en mi artículo anterior, hablé de la posibilidad, muy alta, de que las niñas que murieron quemadas eran ya sobrevivientes de traumas infantiles. A su vez existe el trauma indirecto y víctimas indirectas, los familiares de las y los sobrevivientes, que tienen que enfrentar el dolor de la pérdida de sus seres queridos. Así mismo, los compañeros y compañeras del reclusorio, los vecinos, las amigas y la comunidad en general sufren la sensación de horror y de impotencia ante la magnitud de estos sucesos. Vemos víctimas directas e indirectas con graves consecuencias físicas y emocionales.
Así que estamos hablando de alteración de la salud mental de cada una, en cada uno, de nosotros. Esto es preocupante. Este tipo de trauma afecta nuestra salud física y emocional. ¿Cómo desarrollar esperanza, cómo protegernos del trauma?