Mis primeros recuerdos de Navidad muestran un cuadro en donde el nacimiento es el centro de todos los arreglos y preparaciones para la Nochebuena y la espera a que el Niño Dios deje los regalo a los pies de la cama o en el nacimiento mismo, que ocupa la mitad de un cuarto y está lleno de papel de china en el cielo y luces entre las estrellas y los ranchos. Con los años hay otras escenas en donde se incluye la cena con tamales y ponche, luego otras fotografías mentales en donde la familia se ha agrandado y Santa Claus hace su entrada, como una novedad. Muchas otras Navidades con hijos pequeños o adolescentes, sobrinos, cuñados, amigos y luego otras en donde aparece la foto de los hijos ya casados y luego los nietos, otro ritmo, rituales diferentes, pero con la misma esencia. El árbol apareció un año de tantos, y el nacimiento no desapareció, pero se hizo más chiquito. El pavo como un intruso sustituyó a los tamales, unos olores por otros, una luces por por otra (… y te acordas cuando estaba la abuelita… cuando el santa claus llegó bolo o no llegó y tuvimos que inventarnos una entrada anónima, mientras alguien entretenía a los niños…) Y esta, la Navidad del 2020, después de haberlo recorrido con sentimientos encontrados y con cambios bruscos en estructuras, en rituales, en aislamiento y separaciones. En hábitos. Esta Navidad, sí que reta a otro cambio. Sé perfectamente que el virus invisible aprovecha los momentos de expresiones de amor, los abrazos, los besos y la comida compartida para lucirse y dejar rastros de dolor y muerte. Cuándo veo en retrospectiva lo que ha sido mi vida, las celebraciones significativas, uno o otro cambio más no me asusta, más bien me retan a planificarla de manera agradable para todos, y sin ponernos en peligro. Así que les dije, que por tandas y tendré una sorpresa para cada grupo pequeño, (hijos y nietos). Pero qué decir de la decoración. Pongo o no pongo y si pongo qué pongo.Pues nuevamente a poner en juego la razón y la prudencia y decidirme por algo sencillo y práctico, que no implique lastimar mi columna o que abuse del estruendo o del gasto, prudencia, me repito. Con delicadeza y significado. Estos meses me han servido para valorar el encuentro conmigo misma, mis lecturas, la música, el silencio y la comida sencilla. Los días pasan rápido y son todos iguales o casi iguales, entonces recibir a cada uno de mis hijos en diferentes momentos y ensayar saludos y expresiones de amor en la distancia, con regalos no comprados sino inventados con ingenio, predice una fiesta del espíritu y la reafirmación de los afectos. Cierro los ojos y puedo ver la magia de una Navidad, qué podría ser aún más sencilla y en la sencillez acariciar la grandeza. También reuniones con amigas y amigos en una pantalla, reconociendo miradas y adivinando olores pero con la certeza que cada uno de esas persona es y sigue siendo un regalo de vida. Y que es el momento para agradecer al cielo pues la presencia de cada uno, de cada una y pedir por que pronto el beso y el abrazo acompañen el encuentro en el preámbulo para compartir una comida. Veo con asombro que solamente es diferente y que la diferencia enriquece mi vida.

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