Los inauditos asesinatos de niñas, adolescentes y mujeres, sucedidos en el país me dejan sin palabras. Siento un profundo desaliento. He trabajado por más de 25 años en el tema de violencia en contra de la mujer, desde la clínica, desde la universidad, frente a un micrófono de radio o televisión, formando grupos, apoyando procesos. Y como yo miles de mujeres y hombres, desde diferentes trincheras trabajando arduamente por cambiar la mentalidad de esta sociedad, mujeres, jueces, policías, educadores, religiosos han sido sensibilizados. Pero la palabra desaliento es pobre para nombrar el sentimiento ante el incremento de la violencia de todo tipo, y de femicidios (el asesinato de una mujer a manos un hombre por machismo o misoginia), 28 de ellos en los 23 primeros días del año. Guatemala tiene excelentes leyes para regular la violencia contra la mujer, se han dado enormes pasos en cuanto atención al fenómeno, pero no ha sido suficiente. Cómo se explica esta situación, será que nunca es suficiente le decía a una apreciada colega. Sin embargo tenemos que ver para atrás, miles  de años en los cuales el poder hegemónico de los hombres prevalece  y sustenta la agresión. “ Es que andaba con otro”, “es que la desgraciada opuso resistencia”, “es que se me puso brincona” , “es que no quería conmigo”. Esta mentalidad denota pertenencia, la pertenencia de un objeto al cual se puede desechar si no me sirve. La desigualdad en el poder, el odio y desprecio hacia lo femenino que se nombra misoginia, y que caracteriza una forma de conducta extrema de aversión hacia la mujer. Pero no nos engañemos, muchos hombres se defienden diciendo, “pero a mí me gustan las mujeres” y añaden unos cuantos improperios, pero no se trata de que le gusten o no las mujeres, se trata que para los agresores somos  simplemente objetos. En esta semana hemos escuchado la voz airada y dolida de grupos organizados de mujeres y  de profesionales y de gente de a pie, hemos lanzado teorías y tratado de explicar los asesinatos de mujeres, adolescentes y niñas. La pandemia no es excusa, quizá, irritó a los agresores, tal vez la falta de justicia y la consecuente impunidad alienta a los agresores, tal vez es una patología como muchas otras, pero no, la explicación no es tan sencilla, la explicación está enraizada en lo profundo del planeta, ahí donde las leyes se forjaron en la subjetividad esa manera primitiva, ahí donde el patriarcado germinó y la sociedad lo alimenta cada día. Es difícil de entender, me digo, pero ellas, las otras  dicen, tenemos que seguir, estamos en el inicio de la lucha. 

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