Conforme los hijos crecen nuestro rol materno va cambiando. Durante el primer año de vida el niño o la niña depende totalmente de nosotras, de la madre, del padre, de sus cuidadores, pero a medida, que camina, que habla, que puede pedir lo que necesita ya no requiere de nuestro cuidado las 24 horas del día. Luego, los hijos van aprendiendo a desenvolverse cada vez más independientemente. Son capaces de tomar algunas decisiones, de hacer sus tareas por sí mismo o con una ayuda mínima de su progenitora. En la niñez de los hijos nuestra tarea es básicamente continuar nutriéndolos, es decir, expresándoles afecto para que crezcan con una fuerte autoestima y poniendo límites para que aprendan a desenvolverse en el mundo en que viven. Es una tarea delicada que implica balance y equilibrio. Yo la veo como prestarles nuestras alas mientras ellos o ellas les crecen las propias. Pero a medida que continúan creciendo los empujáramos hacia la independencia, nuestra tarea desde siempre y para siempre es crear hijos autónomos. Muchas personas me preguntan cuál es la tarea de las madres y los padres de hijos adultos. A mi me provoca mucha satisfacción transmitirles que nuestra tarea es estar ahí por si requieren algo de nuestra parte y nosotras podemos y queremos darles eso que quieren. Sobre todo ese es tiempo de soltar y permitir que vuelen solos y solas. Como han podido darse cuenta durante el proceso de crecimiento habremos ido sembrando herramientas que les permitan irse a volar por el mundo y entonces atendiendo a la sabiduría de la naturaleza tendremos tiempo y espacio para pensar en nosotras y disfrutar a nuestro antojo. A mi me parece muy bonita esta tarea, nutrir, enseñar a volar.