Ambos se quejan de que su pareja está tratando de cambiarlos. “Cómo quisiera que él me comprendiera”, dice ella y él, “ella quiere que yo le diga lo que siento”. Luchamos por la equidad de género, porque por siglos las diferencias han sido abismales y nosotras la mujeres hemos salido perdiendo; ambos tenemos el derecho de hablar, de ser escuchados, de mantener una relación equitativa y no de subordinación. Llegar a esta comprensión es fundamental para el funcionamiento sano de la vida en pareja. Sin embargo las diferencias psicológicas son enormes. Cuando el hombre y la mujer son capaces de conocer y aceptar las diferencias entonces la relación fluirá. Veamos.
Un simple ejemplo, él la encuentra llorando y le pregunta qué tiene y ella le responde que nada, después de algunos intercambios ella le cuenta con lujo de detalles el problema, él le propone una solución y ella rompe nuevamente a llorar ante la respuesta de él. Más tarde ella le dice a la amiga, “el no me comprende”. Parece sencillo, pero no lo es. Regularmente ella necesita empatía y él piensa que ella quiere soluciones. He aquí una diferencia importante.
Mucha de la seguridad del hombre está basada en ofrecer soluciones porque eso es lo que se ha esperado de la masculinidad; los hombres han ostentado el poder y la fuerza, y el sentido de la feminidad gira alrededor de lo sentimientos y calidad de sus relaciones. Estas características responden a mandatos sociales. ¿Se pueden cambiar por arte de magia? Por supuesto que no. Ambos, en primer lugar tienen que tomar consciencia, ver para atrás, examinar cómo se comportaron sus padres, cómo pienso y actúo ahora y qué quiero cambiar. Posteriormente viene el ensayo de nuevas respuestas. Acuerdos, entendimientos, de ambos. Aceptación de ambos.