En estos días he recibido muchos comentaros de personas que nuevamente están experimentado desasosiego y malestar emocional. Alzas y bajas en el estado de ánimo, dificultad para dormir y nuevamente la percepción de incertidumbre.

Los seres humanos mantenemos cierta ilusión de control, cuando planeamos, y creemos saber qué es lo que va a suceder como producto de nuestras acciones. Este esquema nos da seguridad, esa seguridad que requerimos para transitar la vida, pero esta certidumbre es relativa, ilusoria o dentro de nuestra pobre humanidad, es “consuelo de tontos”. Llevamos más de un año ensayando nuevas maneras de transitar, porque nos cambiaron el esquema. Cuando ya pensamos que la mar se tranquiliza, viene una nueva ola que nos hace retroceder y tambalear. La playa no está tranquila. A pasar de la enorme capacidad adaptativa de los seres humanos los cambios que traen muerte, desolación, se convierten en verdaderas amenazas para nuestra estabilidad. Leía un comunicado esperanzador con información muy clara y completa acerca de qué espera después de estar vacunados con las dos dosis y a medida que avanzo llego a donde no quisiera llegar, si es mayor de edad, si tiene enfermedades pre existentes sigue siendo vulnerable (aparece un dibujito en donde los jóvenes están asando alrededor de la parrilla y la abuela retirada, aunque está al aire libre). Regreso a  la sensación de tener que estar recordando día a día que estamos en pandemia y que ese asunto de la “nueva normalidad” es absolutamente cierto. Que no queda de otra, que esto es lo que toca, que el riego permanece, que las cosas no son como antes. Que no podré reunirme con mis amigas, asistir a una presentación de libro, a conferencias y congresos masivos en donde me encontraría con amigos que no veo desde hace mucho. Cierro los ojos y  me abrazan, me  abrazan y abrazo y beso porque nos queremos, porque es bello ver sus sonrisas, comer  y reír juntos, porque así me crie, porque eso es disfrutar para mi. Pesada, cansada, harta, son nuevas palabras que ahora aparecen fácil y que ningún soplido logra disipar. La mente tiene que hacer piruetas, malabares o magia para lograr fluir y entonces la mirada se vuelve a viejas enseñanzas que vienen del oriente, respirar, respira y una frase entra como agua fresca: “Intentar vivir el presente con ligereza es un estado de gracia”. Lo dijo alguien.

Share This