Cada día me llegan noticias de personas que han enfermado,  o que han muerto, familiares, amigos,  conocidos. La sensación de vulnerabilidad es inminente, sin embargo mi conducta y la de otras personas no parece reflejar esta vulnerabilidad. El tráfico en las calles de la ciudad de Guatemala es tan nutrido como en tiempos de no pandemia, la afluencia en supermercados, centros comerciales, visitas y reuniones sociales continúan. Interesante que cada uno dice “yo me estoy cuidando”, “ en mi casa todos nos cuidamos”, “ya todos estamos vacunados”. Nuestra conducta se ha vuelto bastante contradictoria e irracional. Sabemos que el virus está presente, vemos el mapa en rojo, leemos (si lo hacemos) algunas cifras de infectados o de fallecidos y parece que lo que leemos son los  resultados de la liga de futbol y actuamos como si no existiera. La conciencia de la existencia de la pandemia está solo en los hospitales, en los hogares en los que hay enfermos o alguien ha fallecido.  Son los médicos que no dan más quienes tienen la conciencia del Covid-19 y sus variantes. Ellos, el personal sanitario sí sabe que el virus es el protagonista, los demás cerramos los ojos. La mente se ingenia  para mantener la realidad  debajo  del tapete  y desarrolla como gran estratagema una serie de maniobras psicológicas para dar pasos en el mundo de la fantasía,  formas de pensamiento, de conducta y  sentimientos para seguir con estilos de vida, para reunirse, abrazarse, besarse. Viajamos, compramos y nos  divertimos en ferias de pueblo o en parrandas de finos licores. Otros, aún niegan al virus ese con ideas de conspiración o negacionistas propias de la Edad Media, y no por ignorancia, muchos son  letrados que  alzan la voz buscando adeptos.  Muchos que se atreven a frustrarse se deprimen, otros se angustian y dicen que están estresados, -palabra que suena con cierta clase y no es amenazante- y algunos pocos se suicidan de manera descarada o de  forma solapada. Alguien más solamente se deja morir. Otros y no son pocos,  siguen vendiendo su alma al diablo en el juego de cartas de la política porque vender el alma al diablo de esa manera  ya no cuesta nada, en la canasta de la ética ya no quedan ni migajas.  En fin, solamente trasnocho, otra conducta.

Share This