Formaban una pareja encantadora, ambos profesionales, él con un buen talento social que le permitia adaparse rápidamente a diferentes grupos sociales, y ella inteligente, con buena conversación y muy agradable. Llevaban cuatro años de casados y se vanagloriaban de no discutir ni pelear nunca, cosa que hacía sospechar porque discutir es absolutamente normal. Aun las parejas mas felices discuten, cuestiones triviales como qué comprar en el supermercado o qué programa de televisión ver, y también sobre valores fundamentales como opiniones médicas, decisiones del gobierno o porqué llegaste tarde. Podría pensarse que cuando no se discute uno de los dos ejerce algún poder satánico sobre el otro o uno de los dos calla inmisericordemente. Discutir es un arte y puede servir para un enriquecimiento mutuo. Estoy hablando de discutir no necesariamente de pelear. La pelea surge cuando se insulta o se lastiman los sentimientos del otro. Muchas parejas acuden a la consulta en busca de herramientas para aprender a comunicarse. Siempre me pregunto si cuando no peleaban uno de los dos cedía o como en un noviazgo eran exquisitamente delicados con los sentimientos del otro. Cuando no se está de acuerdo o algo molesta a uno lo mejor es expresar lo que me molesta a mi, pero tiene que ser en el entendido de que el otro va a escuchar con respeto e interés. Esta forma de comunicación requiere la suficiente madurez y tolerancia a sabiendas de que puede que no convenza a mi pareja y que ambos aceptemos esa diferencia. No se trata de que alguien pierda y el otro gane, no es competencia. Requiere de ambos mucha confianza en sí mismo y en el otro. Puede ser que en el intento se rompa la armonía y empiecen a salir las emociones. Es tiempo de parar para evitar la pelea, aquellas en que uno o ambos salen lastimados. Hay que tomar distancia para reflexionar y valorar las posturas; ceder en pareja no es perder y no debe verse así. Una pareja que conocí, llegaron a un punto de no acuerdo, entonces uno de los dos dijo, mira parece que no vamos a ningún lado, pero yo se que te amo y no quiero que esto sea motivo de pelea o de separación. Dejémoslo así y sigamos, veamos si más tarde reforzamos esos elementos que nos unen. Hay parejas de parejas y algunas viven regímenes de terror impuesto regularmente por él en el que se hace la santa voluntad de él. El estrés que se genera en estos hogares es espantoso y desgastante. No discuten, pelean.