En semanas anteriores he escrito acerca de factores que nos impiden ser felices. En medio de las tragedias y sufrimientos de este mundo muchas personas cargamos con costales de CULPA, o como decía mi recordado Dr. Enrique Padilla “rascándose las granduras de la culpa con constancia”. Si, estoy muy contento, pero no lo disfruto porque mis hijos no están presentes. Como algo rico y no lo disfruto porque pienso en…, que no comparte este manjar. Y así vamos por el mundo sufriendo por el cargamento de culpa y si no tenemos propias, sufrimos pena ajena. Culpable por equivocaciones de otros u otras, por el sufrimiento de alguien más. Pero también existen otros tipos de CULPA: cuando nos sentimos en deuda con alguien más porque tal persona ha hecho algo bueno por mi, “se ha sacrificado, ha gastado, etcétera” y la otra cuando no podemos ser felices porque no nos perdonamos algo que hice, ayer o hace un montón de años. Los dos tipos de culpa son frecuentes. Con frecuencia las personas cargan un saco de culpas, “no fui buena esposa, no fui buena madre, fui agresiva, fui infiel, robé algo, le respondí mal a tal o cual persona. Esta última está relacionada con el arrepentimiento y este sentimiento resulta improductivo porque el objeto de arrepentimiento pertenece al pasado y no se puede cambiar. La vida emocional es compleja y muchas veces la culpa disfraza otras emociones como la cólera o la tristeza. Por eso hablar de ello, mejor si es alguien experto, ayuda a desenredar la madeja de sentimientos y alivia el dolor.
También podemos ensayar utilizar el bálsamo de la AUTOCOMPASIÓN, ese ungüento maravilloso que probablemente implicará el la autoaceptación y nos permitirá una mente flexible, no somos perfectos y pudimos habernos equivocado. El transitar por la vida ya resulta difícil, cansado, no lo compliquemos más cargando culpas propias o ajenas. Hay que viajar ligero de equipaje.