Ser compasivos con nosotras/nosotros mismos es una destreza, un arte a favor de nuestro bienestar, es un acto de amor hacia nosotras mismas. Nos equivocamos, fracasamos, podemos hundirnos, sufrir perdidas, sufrir interiormente, es humano y una respuesta natural ante los inevitables adversidades que la vida nos presenta, pero no justifica que ante situaciones similares la arremetamos contra sí mismas, sí mismos. Me he encontrado con reacciones de extrañeza e inclusive asombro cuando le pido a alguien que se muestre bondad ante sí y a veces ilustro cómo reaccionamos cuando una persona cercana está sufriendo y nos mostramos gentiles hacia ella, pero muchas veces somos duras cuando nos encontramos en situaciones parecidas.
He visto que esa autoexigencia deriva de la exigencia que nuestros cuidadores ejercieron con nosotras y ahora, en un presente distinto, somos inflexibles, severas, duras, a veces capaces de autocastigarnos. Una conducta como esta deviene en una autoestima pobre y ya sabemos lo que provoca este tipo de estima personal, no permite el crecer y ser feliz si no provoca frustración. Dicen los especialistas que para llegar a la autocompasión en primer lugar es necesario tomar conciencia de el tipo de pensamientos que tenemos (a veces repetitivos) de vergüenza, culpa, regaño o critica y de cómo nos están afectando. Luego, conviene preguntarnos si eso es lo que realmente necesitamos y si así trataríamos a alguien que se encontrara es igual situación. Ahora viene escucharnos, observar nuestro dolor y responder con amabilidad al punto de ser capaces de cuidarnos, inclusive, ser capaces de decirnos palabras amorosas y darnos el tiempo que necesitamos para recuperarnos. Una actitud como esta no tiene que ver con la victimización, la auto tolerancia en el sentido negativo, sino que todo lo contrario, nos ayuda a estar atenta a la vida interior, lo que se llama el correr de la consciencia o “darse cuenta” de lo que sucede dentro de nosotras. Ese hábito tiene innumerables beneficios.

Share This