Los recuerdos del abuso sexual cuando este pasó dentro de la casa son muy dolorosos. Imágenes, sensaciones, sentimientos encontrados se vienen a la mente y al cuerpo ante estímulos variados: personas, olores, películas, palabras, pueden desencadenar Flashbacks de lo que sucedió y esto resulta muy perturbador. En muchos casos la memoria está envuelta en una neblina densa, pero los malestares son el anuncio de que algo no está bien, van emergiendo de lo profundo. Una vida, caótica, con la presencia de drogas y/o alcohol, promiscuidad, inestabilidad en aspectos esenciales de la vida, así como lo que llamamos labilidad emocional, es decir, cambios en el humor, son también secuelas devastadoras. Difícil de creer.

Aunque la ley llama incesto al abuso perpetrado por un adulto que tiene lazos de consanguinidad con su víctima, desde la psicología se le da carácter de incesto cuando el abusador es una persona a quien se le confió el cuidado de él o la menor en el seno de una un hogar o del entorno cercano, (tío, padrino, maestro, ministro, sacerdote, entrenador, por ejemplo). Esa persona, generalmente hombre, rompe la confianza y con gestos sofisticados, que aunque parezca increíble, son iguales a lo largo y ancho del planeta, seducción, mimos, palabras dulces, amenazas veladas “es nuestro secreto”, “si se lo dices a mamá, ella se pondrá muy triste”, “esto pasa porque te quiero “, tú eres especial”. Y así discurren los días en los que el miedo se instala y el niño o la niña acceden en silencio. Pueden pasar años, (los estudios hablan de un promedio de 8 años) y cesa cuando la niña empieza a menstruar, suficientes para causar un daño profundo. Dos aspectos significativos, el miedo constante y el silencio, marcan la severidad del daño, aunque hay otros que rara vez se mencionan, los rituales y actos de tortura que pueden acompañar el abuso prolongado. El horror.

He visto que la neblina que la memoria muchas veces se despeja en la adolescencia y es cuando la niña habla, pero cuando no se le cree o se le culpa el daño se duplica, el mundo se derrumba, porque confirma que nada ni nadie son de fiar. Con frecuencia la madre no le cree. Otras veces el o la psicóloga, dudan, o simplemente no creen. Parece mentira, pero así es. Algo que aprendí es que las sobrevivientes de abuso infantil no mienten. Si no le cree, vea, observe las secuelas y eso le convencerá de que sí sucedió. Las secuelas no se puede inventar.

Desde la literatura hay varios libros que pueden servir para ampliar nuestra visión: “Mi sombría Vanessa” de Kate Elizabeth Russell, “El consentimiento” de Vanessa Springora, “Tocar a Diana” de Anacristina Rossi, son algunos.

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