El dolor de la perdida de un ser querido que se ha suicidado es profundo y complejo, como lo es también el suicidio. Los especialistas en salud mental hacen esfuerzos por comprender y prevenir el suicidio y existe el Día Internacional para la prevención del suicidio que se conmemora el 10 de septiembre de cada año, con el propósito de reducir los suicidios y crear conciencia en la población de la importancia de la prevención. Es un problema de salud mental. Según la OPS en 2019, 97,339 personas murieron por suicidio en la Región de las Américas y se estima que 20 veces ese número pudo haber realizado intentos. Importantes datos. Cuando lo vemos a nivel particular, como nos toca a quienes asistimos a las personas que se convierten en deudos: padres, hermanos, pareja, hijos, sabemos del alcance que tiene, inclusive en la comunidad, en el entorno de quien se ha quitado la vida.

Existen factores de riesgo que son variados y los encontramos en diferentes niveles. En primer lugar, sabemos que hay una relación directa entre enfermedad mental y suicidio, –Trauma, abuso, Depresión, Trastorno afectivo bipolar, entre otros desórdenes mentales– aunque muchos suicidios suceden de manera impulsiva. El riesgo aumenta con la ocurrencia de intentos suicidas anteriores, con el consumo nocivo de alcohol y drogas, la pérdida del trabajo o financiero, antecedentes familiares de suicidio, factores genéticos y biológicos. Pero también el sentirse aislado y sin apoyo social, conflictos de relaciones o perdidas en este contexto. La falta de atención previa por ausencia de servicios de salud mental es algo que se señala con frecuencia. E increíble, algunas personas se niegan a pedir ayuda por el estigma que esta conducta pueda tener. Prevenir, es ver las señales, es brindar apoyo, es buscar ayuda. Pero también es fortaleces las instituciones de salud mental a nivel nacional. Es estar informado y conocer los riesgos. Nada más. .

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