Hace un par de semana escribí respecto a algunas estrategias para amargarse la vida, a propósito del día internacional de la Salud Mental que conmemoramos el 10 de octubre. Porque de eso se trataba ese artículo. Ahora continuo compartiendo algunas observaciones de conductas que muchas personas, una de ellas se refiere a aquellas que han pasado mucho tiempo intentando que alguien cambiara determinada conducta, por ejemplo, que el marido dejara de tomar o fuera una persona ordenada y que pasados los años, la persona en cuestión cambia y por fin adopta la conducta que su cónyuge pedía y entonces este dice: “Y ahora para qué”. No lo hizo cuando se lo pedía, entonces ahora no me sirve de nada. Lo mismo puede suceder si se trata de un hijo, o de alguien más. Esta fórmula suele ser muy efectiva en el intento de amargarse la vida.
Otra técnica que suele ser muy grandiosa es anticiparse a una conducta negativa del otro y actuar en consecuencia sin que el otro haya mostrado dicha conducta. La joven mujer ha visto la serie en la que la protagonista es víctima de malos tratos o es engañada por su pareja, entonces la joven mujer cuando el esposo se retrasa o se muestra serio al entrar a casa le recibe con una andanada de improperios, y entonces su pareja responde airado o violento, lo cual le permite corroborar que tenía razón. Los hombres son… Puede ser también al contrario, es el hombre quien se adelanta a una respuesta negativa de su cónyuge y empieza el reclamo absurdo o descabellado de improperios.
Convénzase usted de que lo negativo que dijo su madre acerca de su forma de ser y permítase actuar de acuerdo a ello, pronto se convencerá de que su mamá tenía razón, es usted un desastre. Suele hablarse de esta estrategia como auto cumplimiento de una profecía.
Y por último, algo clásico: regálele a su hijo dos camisas y cuando él se pone una de las dos mírelo con tristeza y dígale: “¿No te gusta la otra?”
PD: Siempre parafraseando torpemente a Paul Watzlawick en El Arte de Amargarse la vida.