Durante muchos años solía escribir al inicio del año sobre los propósitos de Año Nuevo, cambio de hábitos, las metas y artículos de positivismo. A medida que los años pasan y me vuelvo, quizá mas realista, o descreída, me alejo, o trato de alejarme, de esos lugares comunes, como “Feliz Año”, si sé que no va a ser feliz. La penumbra siempre existirá con momentos oscuros y raras piedras brillantes que implican felicidad y alborozo. Quizás nos toca el amor o la compasión o aparezca un inesperado encuentro, un premio por el esfuerzo o una humilde felicitación. Cómo poner eso en una tarjeta de Año Nuevo, cómo explicar que el mundo está cabeza abajo y que se cierne el peligro de virus ómicrom, mas letal y mas contagioso que ningún otro de los anteriores, que los rusos están preparando su nueva acometida sobre Ucrania o que China a abandonado su política contra el Covid y ha dejado a su población a la buena de Dios y que esto tendrá repercusiones sobre el mundo entero.
Y si vuelvo lo ojos hacia este país, el desaliento es aún más y siento que para donde vea la oscuridad impide el pensamiento positivo y solo queda un rayito de esperanza que saldrá de quien sabe donde. Mientras escribo esto me remonto a mis inicios como psicóloga y mi fe inquebrantable en el potencial del ser humano, leía a Carl Rogers que reforzaba mi pensamiento y fe en el ser humano y juraba que eran los hombres y mujeres buenos quienes cambiarían el destino de mi país. Pensaba que se podía erradicar la desnutrición y el analfabetismo, que formaríamos una sociedad más justa y equilibrada. Una sociedad inclusiva y respetuosa de la dignidad de las personas y de quienes por siglos han sido objeto de la violencia patriarcal: las mujeres, las niñas y los niños. Llevamos seis días del año 2023, y ya sucedieron femicidios, una niña asesinada en un área marginal y en el silencio alguna otra fue violada y embarazada. Varias mujeres han sufrido golpes u otras vejaciones. Desaliento. ¿Será un año más de lo mismo?
Extenderme en el tema no vale la pena y no quiero contagiar a mis lectoras y lectores con estas cavilaciones. Respiro y me prometo hacer esfuerzos cada día por dar de mi lo mejor, cuidar el circulo de influencia, ejercitar la compasión, dar la mano a quien lo necesita y luchar porque el color esperanza tiña paredes, puestas, ventanas y pisos más allá de donde llega la vista. Invitados.