Las mujeres somos seres muy interesantes, he conocido mujeres inteligentes, brillantes,
persistentes, comprometías consigo misma y con su entorno. Y también he conocido
mujeres que abandonan sus sueños por otros, con miedo de caminar solas, sin la valentía
de decidir lo que quieren, que han entregado cuerpo, mente y voluntad. Muchas veces las
cadenas son imaginarias o mas frágiles de lo que creemos. Eso me entristece. Abrir
puertas y ventanas, tener un cuarto propio, poder pagarme el café que me tomo, decidir
que leo y qué aprendo.
Ahora que han pasado los años me doy cuenta que nadie puede hacer lo que yo hago por
mí misma, el cuidado personal y mi bienestar es mi responsabilidad. Pero si puedo estar y
responder cuando me lo piden, pedir afecto o ayuda cuando la necesito. Disfrutar de mí
ser mujer y de mi estar en el mundo. Aprender de otras y recibir legados cuando llegan a
mis manos. Asumir mis limitaciones, reírme de mi misma y buscar siempre la autonomía
económica. “Solo es libre quien se puede pagar sus cuentas”, me dijo mi terapeuta.
Las mujeres no se oyen de Carolina Escobar Sarti.


No se oyen
pero escuchan.
Están sentadas
en la parte de atrás.
Cuando por fin alzan la mano,
descubren el rostro
de una palabra
con ojos de liebre asustada
que huye
de las cocinas
de los cuartos
y las salas
para asomarse
-aunque sea por un instante-
a un lugar sin paredes
pero con alma.

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