El espacio resulta pequeño para nombrar a todas las mujeres importantes en mi vida. Hoy solamente quiero decirles que han sido pilares, fuerza e inspiración. He sido bendecida con haber contado con madre, abuela, tías, y ahora, con mi hija y cuatro nietas. El conjunto perfecto para ser percibidas como estrellas luminosas o hermoso ramo de flores. También cuento con amigas de hace muchísimos años, desde que éramos niñas y luego adolescentes. También tengo amigas más recientes como aquellas con las que conocí en las Universidades, amigas del trabajo, aquellas con las que comparto intereses comunes, las colegas, las escritoras, las feministas, las lectoras, las amigas de viaje y del viaje de vida. Algunas son entrañables, son hermanas porque así nos definimos, con algunas nos hablamos a diario y con otras de vez en cuando. Con muchas casi no nos vemos, pero nos sabemos existiendo, aquí, en otro país o en otro continente, y cuando se da el encuentro se agolpa la alegría.
Mis amigas no son perfectas, me ha costado aceptarlas como son, unas son olvidadizas, despistadas, otras son obsesivas o desparpajadas, algunas son mandonas y exigentes y otras son un pan de Dios, pero la vida se ha encargado de que se crucen nuestros caminos y como dicen, nos reconocemos, porque vibramos igual. Algunas amigas ya han partido a otra dimensión, y he experimentado el dolor de la ausencia física y el confort de sentirlas en mi espacio interior.
Mi madre no fue mi amiga, fue mi mamá que consentía mis caprichos y me enseñó la vida, mis abuelas, mis tías, mis ancestras, de quienes sé su dolor y los escenarios en los que les tocó vivir. Mi hermana, que se fue muy joven, pero me dejó una sobrina hermosa. Ver para atrás y reconocerlas como mujeres, algunas de su tiempo, que amaron con sufrimiento, que se entregaron incondicionalmente, que creyeron en el amor romántico y total y otras adelantadas, algunas sin escolaridad, pero sabias, algunas juguetonas y otra con cierta antipatía. Ahora me lleno de gozo al ver a la hija y a las nietas crecer y desarrollarse como mujeres del siglo XXI, y anhelo dejarlas ser, que sean mujeres crecidas en su ser mujer. Ojalá conscientes de sus derechos, seguras y autónomas. Ahora, 8 de marzo, reconocerlas a todas engrandece mi vida. Y sí, procuro diariamente hacer un espacio dentro de mí y recordar que estoy hecha de ellas.