Con facilidad olvidamos que vivimos en una sociedad patriarcal, que el poder lo sustentan los hombres, que en lo social y en lo privado son ellos quienes ejercen dominio sobre niños, niñas, mujeres. Con horror me entero de que un hombre prendió fuego a sus hijos, a su exesposa y también a él mismo. Por el reportaje aparecido el día de hoy en elPeriódico conozco información, pero no tengo suficientes datos para hacer un perfil psicológico del homicida, pero si sé que era padre de varios hijos de diferentes mujeres, que aparentemente no trabajaba y que vivía encerrado dentro del apartamento ocupaba con tres de sus hijos y unos sobrinos. Sus dos hijas gemelas lo visitaban cada fin de semana por orden del juez, pero la madre no estaba de acuerdo y peleaba porque esas visitas sin supervisadas, y, sin embargo la ley fue perezosa y y no alcanzó para proteger y salvar a las menores. Aparentemente ese apartamento era una cárcel. El padre ejercía un control totalitario y los hijos mostraban tristeza en su cara, no hablaban con nadie, no sonreían y el silencio reinaba ese apartamento, inclusive nadie pidió ayuda, nunca ni emitió ninguna queja. Entiendo solamente la madre de las gemelas mostraba miedo y peleaba por la custodia de sus hijas. Algunos vecinos dicen que algo estaba mal en esa familia. ¿Estaba loco? Lo dudo. Regularmente, los abusadores mantienen el perfil de hombre “normal”, que ama a sus hijos e hijas y que es responsable. Solo así pueden engañar a la sociedad y a las autoridades; se salen con la suya. En el momento del hecho puede haber perdido contacto con la realidad, pero todo parece apuntar a que fue calculado, planificado en detalle. Un crimen más ahora en donde cinco hijos y una mujer pierden la vida en manos de un hombre que es el padre y exmarido. ¿Habrá que aprender de este caso? En primer lugar, pienso que hay muchas preguntas que hacerse. ¿Por qué no se atendió las demandas de la madre? ¿Se investigó al agresor ante repetidas denuncias? ¿Alguien ayudaba desde el punto de vista jurídico? Una tristeza profunda me embarga porque nuevamente la impotencia se manifiesta ante la agresión y control de un agresor masculino. ¿Hasta cuando?, me pregunto.

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