Las mamás y los papás guatemaltecos somos sobre protectores. Pertenecemos a una cultura tradicional y los cambios se nos hacen cuesta arriba. Cuando las hijas o los hijos hombres nos dicen que quieren vivir solos ponemos el grito en el cielo, y empezamos a argumentar: que para qué ir a gastar, que mejor ahorre, que aquí en la casa lo tiene todo, que qué dirá la gente. Sobre todo, si se trata de una hija mujer la alarma es mayor, porque lo que pensaran de ella o por el peligro al que se expone.
Estoy segura que los padres anhelamos de manera sincera la felicidad de los hijos, por eso resulta paradójico que al momento en el que los hijos quieren marcharse, los retengamos con esos argumentos. Seguramente como todos en la vida, esa joven, ese joven irá a pasar penas, pero esas penas son necesarias para lograr autonomía, es habilidad indispensable. Ojalá pudiéramos como progenitores tener en mente que nuestra labor, nuestro fin último, es crear hijos e hijas autónomos, que se valgan por sí mismos, que valoren su propio trabajo, que vuelen solos. Aliente a sus hijos a que busquen su independencia y por favor no los retenga. No hay motivo para retenerlos. Usted ya cumplió su labor.