El título de este breve artículo lo escuché recientemente en una reunión, la persona que lo dijo se refería a su familia. Era una joven mujer que compartía con sus amigas el hecho de que ella, el esposo y sus tres hijos, hablaban de lo que acontecía en su hogar desde que los hijos eran pequeños.Cuando un niño o niña decía no a algo, no lo quiero hacer, no quiero ir a acostarme, por ejemplo, la madre o el padre preguntaban porqué no y la chiquita se esforzaba por encontrar argumentos para mantener su no, y la madre o el padre contra argumentaban de manera que pudieran a llegar a un consenso; no se admitían los simples “Si” o “No. Y lo mismo hacía en el caso de tomar decisiones o ante los problemas cotidianos se hablan, se discuten y luego se actúa.
Me sorprendió gratamente porque conozco familias en las que se dejan pasar infinidad de incomodidades, problemas, asuntos que no se resuelven e impera el mundo de los secretos y de los silencios. Suele asumirse, y esto trae nefastas consecuencias. Muchos padres se molestan porque sus hijos adolescente o adultos no les hablan, pero no han propiciado la expresión si no que por el contrario, responden con una crítica o una descalificación a la opinión del hijo o de la hija. Se lo dejo para que lo piensen.
Qué importante es validar las opines de los hijos y no solamente imponer el no. Provoque momentos de diálogo y sobre todo permita que sus hijos se expresen, aunque no le guste lo que opinan.